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miércoles, 18 de julio de 2012

Sin tema

Son las copas de árboles, de fondo el cielo azul, hermoso.
Un mes. Ha pasado un mes desde la última vez que escribí en este blog. Escribir libremente, sin rumbo, sin tener que cumplir nada, sin hacerlo para dejar a alguien contento. Escribir dejando todos los "sin" a un costado. Ahora me voy por la berma, aunque no se pueda, a veces es placentero romper todas las reglas, al menos a mí me hace falta, aunque pocos crean que lo hago. Sí queridos y queridas, rompo reglas. Y es justo allí donde creo estos espacios mágicos, que son solamente míos. Me doy cuenta que ha pasado un mes y he tenido pocos momentos sólo míos, de esos de silencio profundo, de sentarte en ese silloncito del balcón y contemplar este Santiago en invierno, escuchar la fuente de agua de la plaza, escuchar a las personas que sacan a sus perros por las noches, ver pasar a los deportistas corriendo en su propio mundo, dándote todo el tiempo para mirar cómo cambia el cielo al atardecer, sin iphones, sin tablets, sin nada. Sólo estás allí. Presente, relajada, serena. Conectando con ese otro mundo, más quieto, más tranquilo, más sencillo, más mío. Me pregunto si seré la única que necesita estos momentos para vivir.

Hoy no tengo tema, y eso hace que lo disfrute aún más. Qué rica sensación, sentir el placer puro de escribir, escribir porque quiero, porque me nace, porque lo necesito, porque me dan ganas, porque ahora tengo la oportunidad. Por gusto.


Respiro, observo, me doy cuenta. Me quedo en silencio frente a esta pantalla blanca, sintiendo, armando el puzzle de tantos días que han dejado rastros, experiencias, sueños, ideas, conversaciones, aprendizajes, muchas risas, encuentros, cansancios, algunas angustias, más experiencias. Son muchas situaciones vividas, desafíos, aspectos superados, otros que me superaron y me la ganaron, sentirse frágil, volver a tomar fuerzas, levantarse de nuevo, conectarse por dentro. Seguir.

Copas de árboles, de fondo el cielo azul, hermoso.

Hay que seguir caminando en la vida. Pase lo que pase hay que seguir. Es posible hacerlo, todos lo hemos logrado. Este fin de semana fui parte de un instante mágico que me recordó lo importante que es superar las dificultades que muchas veces nos creamos nosotros mismos, que nacen de la mente que todo lo quiere controlar, todo esto que sabemos que nos hace mal y que nos puede enfermar. Y ahí estaba. Escuchando atenta, conmovida, historias que son estremecedoras, que emocionan, que te ayudan a despertar, que te impulsan a crecer y mejorar. Nos reunimos para acompañar a un amigo muy querido, para decirle: "Acá estamos contigo". Sentir que alguien, que un otro necesita respaldo, apoyo, ayuda, cariño, ternura, una sonrisa. Es la cálida certeza de que no estás solo, que a pesar de todo, puedes confiar, puedes hacerlo, puedes seguir en la vida. Y puedes seguir bien. Que estamos todos, que estamos juntos, que nos queremos, que somos amigos pero de esos de verdad, profundos, emotivos, amigos del alma. Un grupo de personas ayudándose y queriéndose. Partimos con el salud de buena crianza. Conversamos de miles de temas, anécdotas, que cómo te ha ido, que cómo va la vida, que si supiste de, que si sigues con la danza y el gimnasio, que rico verte. Luego cada uno dijo lo que sentía. Escuchar a personas lindas que dicen lo que sienten. Vuelvo a recordar la magia de ese instante y vuelvo a tener esperanza en la vida y en las hermosas personas que me rodean. Los espacios y esas personas las encuentras o las buscas, no lo sé, no lo tengo claro. Pero están. Y escuchar la belleza de cada persona es algo único y entrañable. Es el mejor antídoto para curarse de las presiones del día, del estrés, del corre corre diario, de las penas, de las soledades. Nos emocionamos todos, hombres y mujeres. Todos se permitieron expresar, en su forma, en su tono, con sus palabras. Belleza pura, alimento para el alma. Alegría serena, abrazos y más abrazos. Qué bien nos hace. Qué bien me hizo esa velada.

Placer, escribir, escuchar Gracias a la vida, la Violeta qué mujer por Dios.  

Bueno, ahora escucho a Bob Marley y me acurruco en mi silloncito y sigo contemplando Santiago. Presente, acá estamos. Sin tema, pero con vida, sintiendo mucho la vida. Y escribiendo. 

Gracias por leer.


domingo, 17 de junio de 2012

Sólo te pido el momento

Advierto de entrada: este post es sobre una historia de amor. Y lo escribo con la Javiera Mena de fondo, el remake del tema "Yo no te pido la luna". Acá la canción:  http://www.youtube.com/watch?v=9_Roq88FlGg

Escultura de cerámica gres que simboliza la unión de la pareja
Sigue lloviendo en Santiago. Yo acá sentada en mi sofá, cerca de la ventana, viendo cómo cae la lluvia intensa. Nos estamos limpiando por dentro, es necesario. A mi lado me acompaña un té earl grey de los buenos y un plato de frutas con nueces. Con la lluvia dan ganas de estar en el refugio. 

Ayer escuché y sentí una gran historia. "No me lo esperaba", como dice mi querida amiga Ale cuando pasa algo fuera de lo común, extraordinario. Son esas conversaciones para dejar pasar el tiempo, sin ningún objetivo y sin ninguna expectativa. Me gusta conocer a las personas, ver quienes son, cuáles son sus historias, lo que hoy están viviendo. Me suele pasar a menudo que cuando están conmigo se genera un ambiente emocional donde hay apertura y confianza, no se dan cuenta... y me lo cuentan todo. Y yo escucho, sorprendida, tratando de no emitir juicios o de no sentirlos en mi cabeza, sólo observando. Guardo cada detalle, miro sus rostros, su expresión corporal, su mirada, el brillo de los ojos, la posición de sus manos, la entonación de la voz. 

Así comenzamos ayer. 
Pregunto algo para iniciar la conversación: 
-¿Tu marido era un poco mayor, cierto, así veo en las fotos?.
-Sí, 40 años mayor.
-¿Quéeeee? No entiendo, pero ¿cómo?
-Es que siempre me han gustado mayorcitos, viejitos, pero buenosmozos los viejos.

Risas completas. No podíamos parar. Fue un momento genial, tallas varias. Cuando nos logramos calmar, mi curiosidad era mayor, así que seguí indagando.
-Entonces te casaste con él por amor, estabas muy enamorada...
-No. Para nada.
-¿Y por qué se casaron? 
-Es que ambos queríamos formar una familia, establecernos, no estar solos, y bueno llegamos a un acuerdo. No estábamos enamorados, sí había mucho cariño, apoyo mutuo, compañía. Y criamos a nuestros hijos, que es importante y bueno...

Continuamos conversando por horas y horas. Me impactó el tono de naturalidad con la que contaba su historia, sin tristeza, sin pena, con un sentido práctico asumido, sin culpa. Nos contó sobre otros pololos que tuvo después de separarse, risas por miles, anécdotas divertidas, vivir juntos, hastiarse del otro, su mal genio, demasiado trabajólico, su frialdad, su falta de dedicación, tenemos que conversar, démonos un tiempo, rupturas y hasta aquí no más llegamos. 

Me quedo en silencio, ella sigue hablando, contando detalles. ¿Cómo es posible vivir así? Estoy de acuerdo con Fito, nadie puede vivir sin amor. Y no hablo de tener una pareja ahora o para siempre. Hablo de un instante o de varios de esos instantes que hacen que tu vida valga la pena. Ese recuerdo que te permite afirmarte, que te hace soñar, sentirte vivo, viajar, tener ideas lindas, albergar esperanzas, ser positivo, creer que sí va a llegar esa persona tan especial, que tú si lo vas a lograr. ¿Cómo no va a ser sensible para ti guardar en tu memoria el momento de una mirada apasionada, de la complicidad sin palabras, la primera vez que te tomó la mano, el primer beso, cuando te dijo que eras lo mejor de su vida?

En segundo medio leí "La Tregua", de Mario Benedetti. Y por supuesto que lloré a mares. No he podido volver a leer ese libro, ya que me sentí de alguna extraña forma identificada con la tristeza desoladora de Martín Santomé al perder a la mujer de su vida en un segundo. Sin aviso. Comprendí, o más bien fue un inside, que son los momentos los que hay que atesorar. No sabes cuánto pueden durar. No importa. Hay que estar preparados para vivirlos. Hay que estar presentes, pero ahora, no cuando terminen de estudiar o cuando consigan tal o cual cargo, o cuando tengan más plata. Eso no sirve. De verdad, no sirve para vivir feliz. Hay que disponer nuestro corazón, nuestra piel, nuestra mente, nuestras ganas, nuestro cuerpo, todo lo que tengamos, ponerlo ahí para amar, para seguir teniendo esperanzas, para doblarle la mano al dolor que siempre limita, para vencer el miedo y el temor. Hay que amar por sobre todo.

En esas reflexiones estaba cuando la historia dio un vuelco, nuevamente inesperado. Ella, que en apariencia lo tenía todo controlado, fue valiente y fue a buscar a su amor. Se metió la vergüenza y los miedos en el bolsillo, y los 27 años sin verlo. Ella lo sabía. Era la única vez que se había enamorado y eso no podía ser una mentira. Partió a buscarlo. Así, sin previo aviso. Su plan era conversar, darle un abrazo y volverse. No resultó así, fue mejor. Aunque tampoco tanto, como todo en la vida. Lo envolvió en sus brazos, quiso sentir el sabor de su boca y llenarse de su aroma, conocer todos sus sentimientos, pasar acompañada el invierno, temblar al verlo llegar. No puedo contar más, porque la historia es real. La lección: ella decidió despertar, emocionarse, sentirse viva, vulnerable, insegura, y finalmente feliz.

Javiera Mena lo canta: 
"Yo no te pido la luna, tan sólo quiero amarte. 
Yo no te pido la luna, sólo te pido el momento".

Maravilloso. 
 

jueves, 14 de junio de 2012

Pensando bajo la lluvia

Foto de unos árboles de Santiago después de la lluvia, atardecer
Días de lluvia en Santiago, hacen que la ciudad que conoces cambie completamente. La tonalidad del día toma distintos tipos de grises durante la mañana, la luz llega a ti desde ángulos nuevos, las nubes oscuras amenazan y atacan con fiereza. El agua cae sobre la congestión santiaguina y a mí, al menos, me calma. No importa qué distancia tenga que desafiar, me siento confiada, serena, como si la fluidez de cada gota fuera parte de mí. Y confías, todo es lo que debe suceder. Y puedo pasar cada prueba, vivir cada situación. Simple. Sí, el ritmo de la lluvia es tranquilizador para mí. Ese Santiago es acogedor, es incluso silencioso, puedes escuchar el sonido del viento y de la lluvia. Escribiendo a mano, con un cuaderno, sintiendo cada palabra, reflexionando, contemplando.

Será la lluvia, el color del día, el atardecer despejado o la vista de una cordillera hermosa, no lo sé, pero he pensado estos días en la amistad. Ayer iba manejando hacia mi trabajo, rumbo a La Pintana, el camino era largo (una hora por lo menos), en medio de la lluvia otoñal, escuchando como por vigésima vez a Dead Can Dance, cuando llegaban a mí estas ideas. No suelo pensar en estos temas habitualmente. No señor. La mayor parte del tiempo no pienso, sólo actúo, converso, río, cumplo, hago ejercicio, como, voy a reuniones, qué se yo. Pero pensar...así es que aproveché, ahora o nunca.

Amistad en los tiempos de la 2.0. ¿Es posible la amistad en los tiempos de facebook, twitter y whatsapp? ¿hay alguien que para tu cumpleaños te llame por teléfono o te visite? ¿cuántos se preocupan de ti cuando estás enferma? ¿o cuando estás bien, un día cualquiera? En eso pensaba ayer en el auto. Recordé que el sábado pasado una amiga, de esas que claramente son casi de otro planeta, me invitó a su casa. La cita era a las 19 horas, yo llegué pasadas las 19:30. Atrasada. Más encima no llevé nada, sólo mi presencia. No ayudé en nada, porque el motivo era celebrarme a mí. No me dejaron, no insistí tampoco. Yo que me olvidé de su cumpleaños, y que una semana después la llamé para saludarla con un sinfín de disculpas. Bueno, ese ser humano extraordinario me tenía preparada una exquisita once, pensando en mí y en festejarme. La mesa estaba delicadamente decorada, con servilletas lindas, con queques varios, tartaleta de nuez, pie de limón, quiche lorraine y de champiñón, canapés "sanos", pancitos calientes y la infaltable tortilla de papas...todo  hecho por ella, con sus manos para mí, bueno, y también para todos los invitados. Se armó un grupo entretenido, lo pasamos fenomenal, nos reímos, comentamos temas interesantes, comimos rico. Pasaron las horas, todos se fueron. Yo quise quedarme, eran como las 23:30 de la noche, me dije, será una hora a lo más...pero no paramos de conversar hasta las 3 AM junto a una mezcla perfecta de tesitos y más trozos de tortilla de papas. Y podríamos haber seguido hasta las 6 de la mañana, como nos ha pasado ya muchas veces.

No sé cómo llamar a estos especímenes en extinción: amigos amigos, verdaderos amigos, amigos del alma. Todo suena un poco cursi, pero es que es cierto. Cuando estás con ellos el tiempo vuela, no te fijas en horas ni en nada, ni si tu casa está desordenada o no hay nada para comer. Sólo quieres compartir, preguntarle al otro cómo está, escuchar sus alegrías y desventuras, sus problemas, sus sueños, y a veces que te digan que estás haciendo puras leseras, una opinión sincera de alguien que te quiere y te conoce. Ahí es donde hay que hacer caso. Sin dudarlo.

Salí de la casa de mi amiga con una sensación de calidez, de serena alegría, de protección, de maternidad, de seguridad. Volví a recordar lo que es una amiga incondicional. Está ahí cuando lo necesitas, ya sea porque lo intuye o porque tú la llamas para pedirle ayuda. Nos visitamos el 27 F. Antes de ir a ver a mis papás, con mi hermana pasamos a ver cómo estaba, sabíamos que estaba sola. Y ella, sorprendida, estaba mejor que nosotras. El saber que existe un otro para quien eres importante, que te quiere a pesar de todo, si estás bien o estás mal, si te lavaste o no el pelo, si estás horrible o deprimida, si te pusiste la ropa inapropiada, o si no estuviste tan chispeante como siempre. Una amiga que te sorprende, cuando ya no esperas nada de nadie, te abraza con su compañía y todo se sana dentro de ti. Son esos detalles, esas delicadezas, ese cariño, ese amor, el que se agradece, el que te permite seguir adelante.


Días extraños, días de lluvia. Han sido días diferentes para mí. Días emocionales, días de recuerdos, sonrisas, miradas, gestos que van y vienen. Se extrañan a algunos amigos que ya no están, que se han ido, que sé que están mejor. Son segundos que generan emociones profundas en algún lugar dentro de ti, que no es fácil identificar o poner en palabras. Son esos momentos personales, tuyos, íntimos. A veces pienso que no se pueden compartir, quién lo entendería.

Sigo manejando y pienso que tengo casi 500 "amigos en facebook", y Martita, mi amiga de la once, no tiene facebook. Qué paradoja. Bueno, ni tanto.