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domingo, 17 de junio de 2012

Sólo te pido el momento

Advierto de entrada: este post es sobre una historia de amor. Y lo escribo con la Javiera Mena de fondo, el remake del tema "Yo no te pido la luna". Acá la canción:  http://www.youtube.com/watch?v=9_Roq88FlGg

Escultura de cerámica gres que simboliza la unión de la pareja
Sigue lloviendo en Santiago. Yo acá sentada en mi sofá, cerca de la ventana, viendo cómo cae la lluvia intensa. Nos estamos limpiando por dentro, es necesario. A mi lado me acompaña un té earl grey de los buenos y un plato de frutas con nueces. Con la lluvia dan ganas de estar en el refugio. 

Ayer escuché y sentí una gran historia. "No me lo esperaba", como dice mi querida amiga Ale cuando pasa algo fuera de lo común, extraordinario. Son esas conversaciones para dejar pasar el tiempo, sin ningún objetivo y sin ninguna expectativa. Me gusta conocer a las personas, ver quienes son, cuáles son sus historias, lo que hoy están viviendo. Me suele pasar a menudo que cuando están conmigo se genera un ambiente emocional donde hay apertura y confianza, no se dan cuenta... y me lo cuentan todo. Y yo escucho, sorprendida, tratando de no emitir juicios o de no sentirlos en mi cabeza, sólo observando. Guardo cada detalle, miro sus rostros, su expresión corporal, su mirada, el brillo de los ojos, la posición de sus manos, la entonación de la voz. 

Así comenzamos ayer. 
Pregunto algo para iniciar la conversación: 
-¿Tu marido era un poco mayor, cierto, así veo en las fotos?.
-Sí, 40 años mayor.
-¿Quéeeee? No entiendo, pero ¿cómo?
-Es que siempre me han gustado mayorcitos, viejitos, pero buenosmozos los viejos.

Risas completas. No podíamos parar. Fue un momento genial, tallas varias. Cuando nos logramos calmar, mi curiosidad era mayor, así que seguí indagando.
-Entonces te casaste con él por amor, estabas muy enamorada...
-No. Para nada.
-¿Y por qué se casaron? 
-Es que ambos queríamos formar una familia, establecernos, no estar solos, y bueno llegamos a un acuerdo. No estábamos enamorados, sí había mucho cariño, apoyo mutuo, compañía. Y criamos a nuestros hijos, que es importante y bueno...

Continuamos conversando por horas y horas. Me impactó el tono de naturalidad con la que contaba su historia, sin tristeza, sin pena, con un sentido práctico asumido, sin culpa. Nos contó sobre otros pololos que tuvo después de separarse, risas por miles, anécdotas divertidas, vivir juntos, hastiarse del otro, su mal genio, demasiado trabajólico, su frialdad, su falta de dedicación, tenemos que conversar, démonos un tiempo, rupturas y hasta aquí no más llegamos. 

Me quedo en silencio, ella sigue hablando, contando detalles. ¿Cómo es posible vivir así? Estoy de acuerdo con Fito, nadie puede vivir sin amor. Y no hablo de tener una pareja ahora o para siempre. Hablo de un instante o de varios de esos instantes que hacen que tu vida valga la pena. Ese recuerdo que te permite afirmarte, que te hace soñar, sentirte vivo, viajar, tener ideas lindas, albergar esperanzas, ser positivo, creer que sí va a llegar esa persona tan especial, que tú si lo vas a lograr. ¿Cómo no va a ser sensible para ti guardar en tu memoria el momento de una mirada apasionada, de la complicidad sin palabras, la primera vez que te tomó la mano, el primer beso, cuando te dijo que eras lo mejor de su vida?

En segundo medio leí "La Tregua", de Mario Benedetti. Y por supuesto que lloré a mares. No he podido volver a leer ese libro, ya que me sentí de alguna extraña forma identificada con la tristeza desoladora de Martín Santomé al perder a la mujer de su vida en un segundo. Sin aviso. Comprendí, o más bien fue un inside, que son los momentos los que hay que atesorar. No sabes cuánto pueden durar. No importa. Hay que estar preparados para vivirlos. Hay que estar presentes, pero ahora, no cuando terminen de estudiar o cuando consigan tal o cual cargo, o cuando tengan más plata. Eso no sirve. De verdad, no sirve para vivir feliz. Hay que disponer nuestro corazón, nuestra piel, nuestra mente, nuestras ganas, nuestro cuerpo, todo lo que tengamos, ponerlo ahí para amar, para seguir teniendo esperanzas, para doblarle la mano al dolor que siempre limita, para vencer el miedo y el temor. Hay que amar por sobre todo.

En esas reflexiones estaba cuando la historia dio un vuelco, nuevamente inesperado. Ella, que en apariencia lo tenía todo controlado, fue valiente y fue a buscar a su amor. Se metió la vergüenza y los miedos en el bolsillo, y los 27 años sin verlo. Ella lo sabía. Era la única vez que se había enamorado y eso no podía ser una mentira. Partió a buscarlo. Así, sin previo aviso. Su plan era conversar, darle un abrazo y volverse. No resultó así, fue mejor. Aunque tampoco tanto, como todo en la vida. Lo envolvió en sus brazos, quiso sentir el sabor de su boca y llenarse de su aroma, conocer todos sus sentimientos, pasar acompañada el invierno, temblar al verlo llegar. No puedo contar más, porque la historia es real. La lección: ella decidió despertar, emocionarse, sentirse viva, vulnerable, insegura, y finalmente feliz.

Javiera Mena lo canta: 
"Yo no te pido la luna, tan sólo quiero amarte. 
Yo no te pido la luna, sólo te pido el momento".

Maravilloso.