sábado, 24 de agosto de 2013

Microrrelato 1: Ella y él

Les presento el primer microrrelato de este blog, doy paso a las historias ficticias. Espero que lo disfruten ;)

 
Una pareja se está tomando de las manos 
Ella había tomado una decisión definitiva. Se olvidaría de él y comenzaría de nuevo. Debía despertar, no podía perder tiempo en ensoñaciones, en ilusionarse con ideas que no eran reales. Sí, ella lo amaba en silencio, pero él no lo sabía. Nunca lo sabría. Porque ya estaba decidido. Esa mañana despertó y pensó en él por última vez. Se despidió, en pijama, con un té en la mano. Susurró su nombre con ternura...luego le llamó la atención al viento, le dijo que por qué nunca la había visto, por qué no había sentido su amor, por qué no pudo hacer nada por ella. Bueno, así es la vida, se dijo ella. Es mejor no haber comenzado nada, podría haber terminado todo muy mal, agregó ella.

Él no quería despertar. Estaba soñando con ella y no quería dejar escapar esa cálida sensación de intimidad, de felicidad, de sentirse en la cima de la montaña, de estar vivo. Él la amaba en silencio, pero ella no lo sabía. Aún. Estaba decidido a decírselo. Pero todavía no era el momento. Sentía que debía esperar, que todo debía hacerse con delicadeza, con suavidad, con un sentimiento amoroso. No quería presionarla. Que todo fluya, se decía él. Que sea lo que tenga que ser...sé que será maravilloso, agregó él.


miércoles, 19 de junio de 2013

Sentimiento


Bicicleta antigua

Estoy en silencio, y lo disfruto. Me quedo un momento en un estado muy tranquilo, casi sereno. Pasan varios minutos. Siento como el frío se instala en cada parte de mi cuerpo. Lo empiezo a sentir por dentro, llega hasta el alma, es ese frío interno que se queda. El silencio ahora también es frío, demasiado frío.

Pienso en ese él especial y una sensación de calidez me rodea por completo. La belleza de un recuerdo. Qué poderosa es la magia que puede existir entre un hombre y una mujer. El entendimiento pleno, la sintonía perfecta, la complicidad sin palabras, las conversaciones interminables, las confianzas mutuas, las torpezas, las distancias, el volver a verse, escucharse como si fuera la primera vez, el redescubrirse. Así de simple, así de fuerte. No hay todavía un enamoramiento, no hay compromisos, no hay promesas, no hay nada declarado, no hay en realidad nada más que ensoñaciones y ojalás. 



Pero para sentir no hace falta una declaración ni un título concreto, tampoco nadie que certifique o le dé un nombre a lo que sucede de a dos. Se siente y punto. Así comienza y cada vez es diferente. A veces es fácil y todo se manifiesta con rapidez, el "me gusta" es mutuo, ay que alivio,  felicidad extrema, mariposas en la guata, ya no tengo hambre, la pasión lo embarga todo, intensidad. Pero hay otros "él" y también otras "ellas" que son distintos. Que llevan un ritmo pausado, estructurado, que no ven bien, que no saben lo que son las señales, que no se la creen, que son miedosos. Que aún recuerdan el dolor y el daño, la pena honda del desamor, el sufrimiento, el piso que te lo quitan y no sabes de dónde afirmarte.  Son prisioneros, se limitan, no se atreven, viven en su guarida, solos, cómodos. Y aún a pesar de eso, sienten, con amor, con dulzura, con su propia realidad. Poco a poco esa semilla comienza a germinar, lentamente y sin apuros, a pesar de todos los argumentos que recomiendan que no se siga sintiendo, que no se fluya, que no se reconozca lo que hay. 


Rostro de hombre y mujer que se entrecruzan, se trata de amor

¿Cómo detener o cómo enmarcar el sentimiento cuando es real, cuando es de verdad, cuando irrumpe y no se puede limitar? Es que nos jugamos malas pasadas. Pareciera que todo en nosotros nos hace vivir en un mundo paralelo, alejados de lo que realmente queremos para nuestras vidas. Los culpables son los pensamientos y el miedo, la vergüenza y la falta de coraje, el pasado, sí ese pasado que aún atormenta por momentos, el temor a equivocarse de nuevo... 


Vuelvo a sentir el frío ambiente, el silencio envolvente. No sé vivir a medias, no sé vivir sin el amor, eso duele un poco. No sé vivir sin sentimiento y tampoco sé cómo disimular lo que se siente. Valentía, arrojo, atrevimiento, conquista, entrega. Para amar, sí, vale la pena.





Bonus track o final pop:
Recomiendo escuchar en cualquier momento de la lectura de este post la canción Luz de Piedra de Luna (Javiera Mena)

martes, 28 de mayo de 2013

En pausa


Desde una ventana se ve la imagen lluviosa del díaEscucho el sonido del viento en la ciudad. Es de madrugada, no tengo sueño y veo que hay pocas luces encendidas en los otros departamentos. Están casi todos dormidos. Quizás esté solamente yo y el viento en pie, esperando el temporal, que se anuncia, que casi llega. La ciudad completa a oscuras. Y nuevamente lo escucho fuerte, golpeteando todo lo que encuentra a su paso, las hojas que yacen en el suelo y se elevan y caen y vuelven a volar, las campanillas  y los juegos de terraza, las bicicletas y las puertas. Me acerco a la ventana de la habitación para sentir ese viento. Me estremecen sus rugidos. Abro la ventana y entra todo con fuerza. Siento un poco de temor, casi infantil, y también un poco de ansiedad ante esta naturaleza que se entromete en las calles, en las plazas, en las casas, en el alma misma. Cierro. Respiro y me siento protegida de estar en casa. La cama, la almohada, la silla, el clóset, tan reales, tan sólidos, tan protectores. De nuevo regresa la tranquilidad, el silencio, la pausa, el sueño. 

Pienso en lo mucho que me gustaría contar las historias interiormente, escribir como se es por dentro, con todas las sombras, con todas las luces, con todas las intensidades, con todos los volúmenes. Sumergirme en el mundo de las palabras, de los pensamientos, plasmar emociones y sentimientos. Sólo eso. Ahora entiendo a los escritores, que inventan personajes, para explorar distintos universos interiores, para vivir cosas que ellos mismos no se atreven, para ser personas extraordinarias y también miserables. No sé bien qué hacer, no quiero tomar una decisión, quiero ser como ese viento, que hace lo que le da gana, que no le pide permiso a nadie y tampoco explica nada.

Estoy mirando las hojas volar, y de nuevo la lluvia que las bota, y ellas se dejan caer. Qué hermosa sensación de saber que esa mirada es única, que nunca regresará, que esa hoja y esa lluvia y ese viento ya no se repetirán. Serán siempre nuevos, siempre diferentes. La mirada y el viento, el momento y la hoja.